Por Gisela Illescas Palma
Cerrar los ojos y respirar, para sentir la energía de la Madre Tierra que se va encontrando con nuestro primer territorio, nuestro cuerpo. Los pensamientos van y vienen. La pandemia, el comercio electrónico, la biopiratería, el secuestro de las transnacionales sobre la gobernanza alimentaria y leyes a favor de la privatización de la vida como las semillas, el agua y la tierra.
Volver a cerrar los ojos y llorar, sentir miedo. Luego respirar conscientemente para darte cuenta que todo ello poco a poco se va desvaneciendo. Empezar a recordar a la niña interior y jugar descalza con el cabello suelto, entre árboles, insectos voladores y hongos. Recordar que no hay mañana, que solo hay presente. Seguir respirando, mientras escuchas la diversidad de pájaros y las hojas caer al compás del aire.
Regresar al silencio donde solo tu corazón late en armonía con la respiración de los árboles y así poder sentirte parte de la Madre Tierra. Darte cuenta que la Madre Tierra esta viva y late fuerte. Sentir el llamado para ser parte de la colmena. Sentir como tu cuerpo contiene los elementos que dan vida, el fuego, el aire, el agua y la tierra. Expandirte internamente a tu propio universo.
El corazón late, puedes sentir el universo dentro ti como si fueras parte de una raíz porque en realidad lo eres, eres parte de la raíz. Vas hacia adentro, a la tranquilidad, a la confianza, a la fe y a la alegría. Sabes que no estás sola, que las abejas, las esporas, los microorganismos del suelo, la diversidad de árboles y otras personas en otras latitudes también están conectadas.
Estas lista para regresar, en sincronía con el espíritu de Tonatzin “Diosa Mexica de la Vida” para seguir con alegría el camino aquí y ahora, porque somos parte de una gran comunidad, como los granos de una misma mazorca.